domingo, 14 de abril de 2013

Carta desde el desierto

En uno de mis viajes al Sáhara, cansado de ver la desesperación de sus habitantes, escribí una carta a modo de despedida. Como pasado el tiempo sigue vigente su contenido, os la dejo aquí por si alguien está aburrido y quiere leerla.

CARTA DESDE  EL DESIERTO

La noche se hace interminable, el frío entra por todos los rincones.
Su pies descalzos, su ropa, la imprescindible, parece no dar cuenta de su sentimiento al helado viento traicionero.
La noche profunda con su silencio silbante y dulce, va transcurriendo entre conversaciones, mantas y una taza caliente de té.
¿ Para qué terminar la noche si después viene la mañana?
La noche va profundizando y el “ Alba” no llega.
Que tristeza no saber distinguir,  en mis sentimientos,  el día de la noche.
La oscuridad va sufriendo su desgaste, la madrugada entra y el sueño se te enrola y no te deja.
¡ Bendita madrugada que hace del olvido un sufrido descanso, un momento para olvidar, un momento para dejar de sufrir, un momento para penetrar en mis sueños!
Llegó el “ Alba”. La inmensidad se abre ante mis ojos, no hay donde esconderse; su resplandor va penetrando y la sombra deja paso a la luz.
Nuevamente tomamos el té, conversamos y esperamos.
Todo parece detenerse.
No hay hora para comer, dormir, descansar...
Todo es un mismo tiempo y un mismo lugar.
¿ Cómo saber cuál es uno y cuál es otro?
El tiempo pasa, los años transcurren muy lentamente. Ya van siendo muchos, muchos tés, muchas noches, muchas madrugadas y muchas “ Albas”.
Un “DÏA”, ya cercano en su corazón y lejano en el tiempo, acecha.
Ese día romperá la noche y saldrá la mañana.
El llanto no será pena, la pena será alegría, la arena aguas saladas, el frío viento de madrugada.
Un “DÏA” ¿ Cuándo?, ¿ Quizás mañana?
Ojalá cuando vuelva no encuentre tu corazón abierto y mi sueño desvanezca en la mañana.
               

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